martes, 2 de febrero de 2010

¿Ángel o demonio?

Sábado, 30 de enero de 2010. 22:41 horas. A Coruña. Estadio de Riazor. El Real Madrid está jugando uno de sus mejores partidos, pero el Depor casi le empata en una de sus primeras llegadas al área de Casillas. Iker saca rápido para armar el contragolpe, Benzema se la da a Kaká, quien asiste a Guti. El 14 está solo delante de Aranzubia. Un ligero toque a un lado del portero y será gol. 0-2 y el partido resuelto. Este final es el que hubiesen llevado a cabo 99 de cada 100 futbolistas. Pero hay uno que no. Guti decide hacer otra cosa. Una genialidad. Una maravilla. Una obra de arte. Cuando todos esperamos el remate, Guti cede de tacón a Benzema, que marca ante la mirada atónita del público de Riazor, de sus compañeros, de los rivales, de millones de telespectadores en todo el mundo.



En ese momento, todos sabemos que el debate de la semana va a ser Guti. Esta vez, toca el Guti genio. Ese futbolista que dispone de una inspiración que le hace ser único en el mundo. Cuando Jose María levanta la cabeza, todos sabemos que algo va a ocurrir. Para bien o para mal. Guti no deja indiferente a nadie. Es odiado y amado a partes iguales. No tiene término medio. A mí, en ese momento, me dejó mudo. Tardé dos o tres segundos en reaccionar, mediante un alarido. Entonces pensé: "Sólo por esa jugada merece la pena ver un partido de fútbol".

Reconozco que pertenezco al bando de los gutistas desde hace unos años. Más en concreto desde la temporada de la liga de Capello. Ese año, el Real Madrid ganó la Liga gracias a un rubio con el 14 a la espalda que tenía magia en sus botas. Con Guti, las exhibiciones de Casillas, los goles de Van Nistelrooy y el trabajo del resto del equipo, al Madrid le bastó para ser campeón ante un Barça que, teóricamente, era el mejor equipo del mundo. Recuerdo su exhibición en el Bernabeu ante el Sevilla, coronada por un pase de tacón mirando al tendido que dejó solo al mismísimo Zinedine Zidane. Uno de los grandes veía como otro futbolista hacía magia para su propio beneficio.



Cierto es que luego está el otro Guti. El que desconecta y se dedica a protestar o a autoexpulsarse de un partido. A no cortarse en las declaraciones ante la prensa. A mandar a coger amapolas a quien no le crea o a peores sitios a su entrenador. A salir de fiesta y decirlo sin tapujos. Pero los genios siempre han sido unos incomprendidos. Y Guti es un genio. Él dice que ha madurado, que lo ha hecho muy tarde, pero que ya está centrado. Y yo le creo. La sensación que me produce una genialidad de Guti, no me la produce cien carreras de Lass. Siendo ángel o demonio, siempre Guti.

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