martes, 27 de abril de 2010

¡Arriba la Esteban!

Leyendo el titular se presupone que voy a hacer un alegato a favor de uno de los fenómenos sociales de la historia moderna española: Belén Esteban. Pero ni soy su amigo, ni sus apariciones televisivas me producen otro sentimiento que el de empatía, por representar el papel de una mujer que, en su día, fue menospreciada por una familia de poderosos, a los cuales, con el tiempo, está dando una lección de como rentabilizar el daño que le hicieron en el pasado.

Belén Esteban se hizo famosa por mantener una relación sentimental con el torero Jesulín de Ubrique y por tener una hija con él. Como decía antes, su familia política nunca la aceptó y ella decidió defenderse donde mejor pagaban: en un plató de televisión. Supongo que como otros y otras, ganó mucho dinero. Todo el mundo pensaba que la Esteban había tenido su minuto de gloria y se convertiría en una de tantas ex de famoso que pasarían rápidamente al baúl de los recuerdos. Sin embargo, diez años después, ahí sigue. Más fuerte que nunca. En 1998, Jesulín era un afamado torero y ella su pareja. En 2010, me atrevo a decir que ella es la personalidad y él hace mucho tiempo que ha dejado de ser noticia por sus triunfos taurinos.

Si algo no le falta a Belén son detractores. Sus enemigos no se explican como una chica de barrio como ella, sin estudios y sin representar el paradigma perfecto de la educación, puede triunfar en la televisión de hoy. Pues Belén Esteban triunfa por eso mismo. Ella es el prototipo de mujer de barrio que ha sabido sobreponerse a los palos de la vida. Su vida ha sido una telenovela, siempre planeando entre la felicidad y la tragedia. Y todo ello, televisado o impreso en las revistas del corazón. Su salto a Telecinco, canal sin escrúpulos por excelencia, le dio el empujón definitivo a su personaje. Primero en el Programa de Ana Rosa (del que posiblemente salió porque Belén era más popular que la propia presentadora) y después en los distintos Sálvame. La Princesa de San Blas ha aumentado vertiginosamente su popularidad hasta ganarse el cariño del pueblo llano. Las cifras hablan por sí mismas: sus programas arrasan en audiencia, el día de su reaparición tras operarse su programa hizo un 26% de share (siete puntos por encima de la media de la cadena) y las campanadas que presentó junto a Jorge Javier Vázquez batieron el récord de audencia histórico en una cadena privada. Además, su nombre fue el segundo término que experimentó una mayor subida a nivel mundial en Google con un 1350% de aumento durante la semana del 15 al 21 de diciembre de 2009 (la de su reaparición).

¿Y qué hace un periodista defendiéndola si se supone que me está robando el trabajo? Esta me parece la mayor mentira de todo el fenómeno Esteban. No creo que Belén le esté quitando el trabajo a nadie, ya que ella se dedica a representar su papel, que lo hace a la perfección. Cuenta lo que quiere de su vida privada y sigue manteniendo su guerra particular contra la familia Janeiro, en lo que parece una telenovela sin fin. Ella no es periodista, ni ejerce como tal. Y no creo que el trabajo que todo periodista sueña desde pequeño sea contar su vida en un programa, montar algo de espectáculo y comentar Gran Hermano o Supervivientes. Si es así, mal vamos. Belén Esteban lleva diez años ganándose la vida, honradamente, como haríamos cualquiera en su situación. O quién la critica prefiere trabajar doce horas limpiando casas por un sueldo mínimo a hacerlo en la tele por un pastón.

A lo mejor, la culpa es de quien le paga ese pastón y le permite aparecer tantas horas en la parrilla televisiva. Vemos la guía de la tele y está llena de programas de corazón a todas horas, cada uno con su imitación de Belén Esteban. Sin embargo, ella fue la que ha sabido aprovechar mejor la oportunidad. Y lo seguirá haciendo mientras le dejen. Tonta sería si hiciese lo contrario.

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